miércoles, 19 de agosto de 2015

INAUGURACIÓN DE LAS NUEVAS SALAS DEL MUSEO DE ARTE SACRO


Discurso de inauguración de las nuevas salas del Museo de Arte Sacro de Monforte de Lemos, pronunciado por Encarnación Lorenzo Hernández el 1 de agosto de 2015

"Las Madres Clarisas, con las que me une una larga y afectuosa amistad, me han encomendado que les dirija unas palabras en su nombre para celebrar la inauguración de las nuevas salas del Museo de Arte Sacro de Monforte de Lemos. Como todos ustedes saben, doña Catalina de la Cerda y Sandoval, esposa del VII Conde de Lemos, fundó el convento bajo la advocación de Santa Clara hace ya casi 400 años, en 1622. La ilustre fundadora de esta casa quiso rodearse de objetos de culto que, a la vez, constituían valiosas obras de arte. Las Madres Clarisas, de generación en generación, han sido depositarias de esos tesoros de doble valor religioso y artístico. Puedo asegurarles que estas santas mujeres son unas auténticas enamoradas del patrimonio cultural que custodian y que su mayor deseo es darlo a conocer para que todos podamos admirar su belleza y emocionarnos con su valor devocional. Con ese fin se abrió este Museo de Arte Sacro en 1977, uno de los más importantes de su clase en nuestro país y, por la rareza y número de sus relicarios, podemos considerarla una colección única en el mundo. 

La necesidad de ampliar y mejorar estos espacios expositivos fue el motivo para las obras que hoy concluyen y que nos permitirán disfrutar de cuatro nuevas salas. Ha sido un camino plagado de dificultades, las cuales se han podido superar merced al enorme empeño de la comunidad de religiosas y a la ayuda desinteresada de numerosos voluntarios. Pero es de rigor agradecer a la Fundación Barrié de la Maza y a la Excelentísima Diputación de Lugo su aportación económica, sin la cual estas obras de mejora nunca habrían podido llevarse a cabo. Las Madres Clarisas desean agradecer igualmente al Excmo. Ayuntamiento de Monforte de Lemos la ayuda que les concede año tras año, y al Sr.  Alcalde su presencia en este acto, como también al anterior regidor. Estoy plenamente convencida de que, en esta nueva fase, el Museo de Arte Sacro contribuirá a realzar la excelencia turística de esta bella y acogedora ciudad.
 Como novedades museísticas, podrán ustedes comprobar que se han recolocado algunas obras, como el Cristo de San Fiz, que ahora se encuentra en la primera de las nuevas salas junto con valiosos documentos y preciados libros, como una Biblia del siglo XVI que perteneció a la Condesa y un incunable de 1499. Estas obras han sido catalogadas por encargo de la Diputación.


 En la segunda sala se han reunido todos los cuadros, algunos de ellos bellamente restaurados. Verán, no obstante, que falta un San Francisco de la escuela  española del siglo XVII, cuya restauración aún no ha terminado pero que pronto tendremos que vuelta en esta sede.
 La tercera de las nuevas salas tiene un toque etnológico que, sin duda, les encantará. Allí podremos ver una antigua cocina con su lareira y la gramalleira. Se complementa con las herramientas y elementos que adornan un patio que a las Madres les gustaría que pudiera incorporarse a la exhibición. Y es que las Madres Clarisas también tienen una decidida vocación por difundir los oficios tradicionales y la forma de vida de la Galicia de las pasadas centurias.


 En la cuarta y última de las nuevas salas se exponen rosarios y un enorme salterio de madera policromada. En este locutorio puede verse la colección de platos donada por doña Isabel Rodríguez, en un mueble que ha sido elaborado para ello".



Tras el discurso de presentación, los asistentes pasaron a conocer las nuevas salas a través de las preexistentes. Antes de entrar en las dependencias inauguradas, el capellán don Manuel Vázquez Gil celebró una ceremonia de bendición y, después de realizar la visita, los asistentes fueron agasajados por la comunidad con dulces y licores de fabricación propia.


En el enlace incluido abajo puede hacerse una visita virtual a las nuevas salas:

viernes, 19 de septiembre de 2014

VISITA VIRTUAL AL CONVENTO DE SANTA CLARA DE MONFORTE

En este vídeo podréis ver imágenes muy bonitas del convento de las Madres Clarisas de Monforte de Lemos, con sus claustros, los preciosos jardines, la huerta, la biblioteca, las habitaciones para novicias... Han adornado sus estancias con mucho gusto, aprovechando objetos de la vida cotidiana del convento procedentes de otros siglos, hasta convertirlo casi en un museo etnográfico. No os lo perdáis.

LOS CONDES DE LEMOS Y EL CONVENTO DE SANTA CLARA


Estoy seguro de que muchos de los viajeros que cada año se acercan a Monforte de Lemos se preguntan por la razón de  que en una ciudad  que actualmente no es pujante ni destaca por su poderío económico o cultural se hubiesen erigido tan importantes monumentos, destacables no solamente por sus méritos arquitectónicos, sino también por las notables obras de arte conservadas en su interior: libros, pinturas, esculturas, retablos y muestras de todas las expresiones artísticas en las que el ser humano ha empeñado su ingenio a lo largo de los siglos.
Cristo yacente de Gregorio Fernández, uno de los tesoros de Monforte
Como en tantas otras ocasiones, es la Historia la que nos proporciona la respuesta y, como igualmente suele ocurrir, son familias y personas concretas los artífices de todo ello. En nuestro caso, se trata de los Condes de Lemos, noble familia gallega que en el pasado destacó en los ámbitos militar y político, y alguno de cuyos miembros más sobresalientes tuvieron especial cuidado e interés en enriquecer el solar de sus mayores con obras que han perdurado, inmunes al paso del tiempo.
Si la fundación del Convento de Nuestra Señora de la Antigua (conocido como de la Compañía) se debe al que fue Arzobispo de Sevilla, el Cardenal Don Rodrigo de Castro, el Convento de Santa Clara, al que ahora prestaremos mayor atención, tuvo su origen en los desvelos de personajes no menos principales, el matrimonio formado por Don Pedro Fernández de Castro y su esposa Doña Catalina de la Cerda y Sandoval. Aunque no esta claro si el primero fue natural de Monforte, no cabe duda del cariño que sintió por estas tierras, siendo la mayor muestra del mismo el hecho de que cuando los avatares de la política le hicieron caer en desgracia, optó por retornar a ellas en busca de sosiego. De sus profundas convicciones religiosas da cuenta la institución de dos conventos, los de San Jacinto y Santa Clara. Hoy se mantiene el segundo, al cual dedicaron una parte importante de sus recursos y destinaron la ingente cantidad de obras de arte sacro que fueron reuniendo a lo largo de sus vida.

Don Pedro Fernández de Castro Andrade y Portugal, VII Conde de Lemos, IV Marqués de Sarria, V Conde de Villalba, tercero de Andrade y Grande de España nació en 1.576. Los eruditos están divididos acerca del lugar en el que vio la primera luz: unos lo sitúan en Madrid y otros en Monforte. Lo que sí es seguro es que pasó parte de su infancia y primera  juventud en la segunda ciudad, e incluso se dice que fue alumno del colegio de los Jesuitas, al que se ha hecho alusión en el párrafo anterior. Era hijo de Fernando Ruiz de Castro y sobrino del Cardenal Don Rodrigo. Tras cursar estudios en la Universidad de Salamanca, se incorporó a la Corte, donde tuvo como secretario nada más y nada menos que a Lope de Vega (en su comedia “El mejor alcalde, el Rey” dice:
Ser Castro en sangre
y de Galicia si no es
lo más, es lo más grande).
En 1.598 contrajo matrimonio con su prima Catalina de la Cerda y Sandoval, hija de los Marqueses de Denia y Duques de Lerma Don Francisco Rojas (primer ministro de Felipe III ) y Doña Catalina de la Cerda, que fue camarera de la Reina Margarita. Es muestra del prestigio del de Lemos su presencia en Valencia, cuando el monarca acudió, junto con un séquito de 800 personas a recoger a su esposa, con la que había contraído matrimonio por poderes en Ferrara.
Tras suceder en 1.601 a su padre en el título de Conde de Lemos, es nombrado presidente del Consejo de Indias, cargo que desempeñó entre 1.603 y 1.610. Su éxito le granjeó algunas enemistades,- como las de su cuñado el Marqués de Uceda, así como la de una persona muy allegada a su suegro, Pedro Franqueza, Conde de Villalonga-, que le propiciaron reveses políticos. Por causa de uno de ellos, en 1.607  pasó varios meses en Monforte. De su estado de ánimo dan idea los siguientes versos:
¿Cómo podré prevenirme
contra el mal de mi desdicha,
si con el bien de mi dicha
apenas puedo avenirme?
Dexe ya de combatirme
el esperar y el temer
la esperanza que he tenido
pues sobre haberla perdido,
 no tengo ya que perder.
Sirvan los anteriores versos para poner sobre aviso al lector acerca de los gustos literarios del personaje cuya biografía apenas se esboza en este texto. Se reflejó en obras literarias, algunas de las cuales serán citadas más adelante, y en la amistad con los más preclaros literatos de su tiempo.
Fue nombrado Virrey de Nápoles en 1.608, dos años antes de que comenzara su mandato. De su séquito destacan tanto los que los integraron (los hermanos Argensola, por ejemplo) como los que en tierra se quedaron, defraudados en sus expectativas. Es muy conocida la decepción de Cervantes (que acudió a Barcelona al encuentro del Conde para mover su favor sin conseguirlo), pero fue Góngora el que mejor la expresó:
El conde, mi señor, se va a Nápoles,
Y el duque, mi señor, se va a Francia
Príncipes, buen viaje, que este día
Pesadumbre daré a unos caracoles.
En Nápoles, Don Pedro fundó una academia literaria (“La Academia degli oziosi”) que reunió a lo más granado de la intelectualidad. Los historiadores destacan los logros alcanzados durante su mandato, los cuales tampoco le libraron de las envidias y recelos cortesanos, hasta el punto de que al finalizarlo, no esperó a su sustituto, el Duque de Osuna, sino que encargó a un subordinado del traspaso de poderes. Por aquel entonces recibió la noticia de que Cervantes le había dedicado la segunda parte del Quijote.
De vuelta en España es nombrado Presidente del Consejo de Italia, pero las intrigas palaciegas contra su suegro y contra él mismo, urdidas por sus propios cuñados y por Gaspar de Guzmán (el que más tarde sería el Conde-Duque de Olivares), precipitaron su caída en desgracia. En 1.618 se retiró a su palacio monfortino. Durante este tiempo se dedicó al cuidado de sus estados y destacó en la defensa de su tierra, reclamando el voto en Cortes para Galicia. No en vano fue incluido por Castelao entre los gallegos ilustres en su famoso discurso “Alba de groria” . En la misma línea se sitúa su obra “El búho gallego”, en la que intenta combatir la mala fama y mofas que sufríamos los gallegos  en aquel tiempo. Un ejemplo: estos versos de quien gozó de la amistad del Conde, Don Luis de Góngora:
¡Oh montañas de Galicia,
cuya, por decir, verdad,
espesura es suciedad,
cuya maleza es malicia,
tal que ninguno codicia
besar estrellas pudiendo,
antes os quedáis haciendo
desiguales horizontes:
al fin, gallegos y montes
nadie dirá que os ofendo!
Don Pedro falleció en Madrid en 1.622. Su viuda cumplió su voluntad y sus restos fueron traídos a Monforte.

Catalina De la Cerda y Sandoval nació el 17 de septiembre de 1.580. Hasta que contrajo matrimonio con su primo el Conde de Lemos, el día 6 de noviembre de 1.598, permaneció en el seno de su familia. Por esa época le fue transmitido el título de Marquesa de Denia. Cuando contaba con treinta años de edad se trasladó a Nápoles con su esposo, no sin antes intentar por primera vez la fundación de un convento de monjas en Monforte, para lo cual deseaba contar con Sor Anastasia de la Encarnación, abadesa en Lerma. Diversas circunstancias impidieron su propósito, haciendo que tuviera de dejarlo para mejor ocasión. Durante su estancia en Italia destacó por sus numerosas obras de caridad con enfermos y necesitados. Allí trató con importantes franciscanos, entre los que destaca el Padre Juan de Nápoles, que después llegó a ser General de la Orden.
A su vuelta a España, Dª Catalina  intentó de nuevo la fundación de su ansiado convento monfortino, pero esta vez fue la oposición de su hermano, que impidió el traslado desde Lerma de las monjas encargadas, lo que volvió a frustrar sus intenciones. No obstante, su perseverancia fue premiada finalmente el día 31 de mayo de 1.622, fecha en la que la Madre Sor Anastasia de la Encarnación y sus compañeras iniciaron el viaje a Monforte, con escala en Carrión de los Condes para visitar  a la Madre María Luisa, que gozaba de justa fama  de virtud. Después, los acontecimientos se desarrollaron con rapidez: el 15 de junio arribaron a la ciudad del Cabe; el día 22 se inauguró el convento en su sede provisional de la Rúa Falagueira, con presencia de las más altas autoridades religiosas y de numerosos nobles y personas principales; el día 27 ingresaron en él las primeras novicias, de las cuales debe destacarse a  Dª  Juana de Victoria, de cinco años de edad. Después Dª Catalina se vio conmovida por dos sucesos luctuosos, el fallecimiento de su madre y, al poco tiempo, el de su esposo. Esto último la retuvo en Madrid durante algún tiempo. De vuelta a Monforte, diversas cuestiones familiares impidieron que cumpliese su deseo de abrazar la vida religiosa, hasta que en la noche del 24 al 25 de febrero de 1.633 fue recibida en el Convento como novicia. La víspera y el día de San Agustín, 27 y 28 de agosto de 1.634 profesó los votos con el nombre de Sor Catalina de la Concepción. Poco después, el 3 de septiembre, se colocó la primera piedra del nuevo edificio, que puede ser contemplado en la actualidad, si bien no fue ocupado hasta el 27 de agosto de 1.646. De él se destaca el Relicario, construido con la finalidad  de albergar las numerosas reliquias atesoradas por los condes durante sus viajes, movidos por lo que se dio en llamar “santa avaricia”. Su dedicación a la vida contemplativa fue completa hasta el día de su fallecimiento, acaecido el 14 de marzo de 1.648. Recibió sepultura en el panteón de religiosas del Convento.


No se ha tratado aquí de realizar una completa biografía del Don Pedro y Doña Catalina, pues el tema ha sido tratado por estudiosos de gran valía. Para los que quieran profundizar en ese estudio, se recomiendan los siguientes libros.
“Apuntes para la historia de Monforte de Lemos”, de Luis Moure-Mariño. Xunta de Galicia, 1.997.
“Pedro Fernández de Castro. O Gran Conde de Lemos”, de Mónica Martínez García. Xunta de Galicia, 2.005.
“Memoria sobre la vida de fundadora del convento de franciscanas descalzas de la ciudad de Monforte y monja del mismo, Excma. Señora Doña Catalina de la Cerda y Sandoval escrita por una religiosa del mismo convento”, Amigos del Patrimonio de Lemos, 2005.

domingo, 27 de julio de 2014

SANTA CLARA DE ASÍS, FUNDADORA DE LA ORDEN

Antes de hablar del convento de las Madres Clarisas de Monforte de Lemos, creo que es una buena idea recordar los orígenes de esta orden.
Santa Clara, la fundadora, nació en Asís, Italia, en 1193 o 1194. Su padre pertenecía a una familia aristocrática. Pero Clara sacó su decidido carácter y su hondo sentimiento cristiano de su madre, Ortolana, una dama entregada a la oración y a las obras caritativas, y que peregrinó a Roma, a Jerusalén y a Santiago. 

La fraternidad creada por Francisco de Asís, llena de una intensa vocación evangélica y que denunciaba las injusticias sociales, atrajo muchas vocaciones a la Iglesia, y una de ellas fue la de Clara. En la Cuaresma de 1210, cuando tenía 18 años, escuchó a Francisco predicando en la catedral. Su mensaje era radical: para seguir a Cristo había que liberarse de las riquezas y bienes materiales. Cuando oyó decir al inspirado orador “Este es el tiempo favorable…es el momento…ha llegado el tiempo de dirigirme hacia El que me habla al corazón desde hace tiempo…es el tiempo de optar, de escoger”…, Clara supo sin género de dudas cuál era su camino. Pero su alcurnia iba a ser un gran obstáculo para el proyecto de vida que había escogido, la castidad, la pobreza, el ayuno y la oración. Mientras sus padres planeaban casarla ventajosamente, Clara preparaba sus esponsales místicos con Cristo. Acudía secretamente a escuchar al Poverello en la Iglesia de Santa María de los Angeles y, finalmente, el Domingo de Ramos de 1211 (o bien de 1212), dio el gran paso. Delante de los Hermanos Menores, Francisco cortó sus largos cabellos y la joven pudo tomar el hábito, ingresando en el monasterio de San Pablo de las Abadesas. Lo hizo  sin dote alguna, contra la costumbre de la época, como una humilde sierva. 

Sus padres intentaron disuadirla, haciéndole ver lo impropio de su situación, pero la decisión de Clara era irrevocable. Más tarde se trasladó a otra comunidad de religiosas, la del Santo Angel de Panzo, y allí la siguieron su hermana Inés y su prima Pacífica. Su ejemplo cundió, pues luego se les sumaron Beatriz, la hermana pequeña, y la madre, ya establecidas como Damas Pobres en la pequeña iglesia de San Damián,  que había sido restaurada por Francisco. 

Tras conseguir que el Papa Inocencio III les concediese el privilegio de pobreza, hicieron de la limosna y de la sencillez de vida el núcleo de su fervor religioso, intentando imitar en todo a sus hermanos franciscanos. Pronto se las conoció como Clarisas. Pero Clara daba ejemplo constante de humildad, sacrificio, mortificación y maternal preocupación por sus hermanas. Hacía gozosa los trabajos más humildes y penosos. La pobreza para ella siempre fue un modo de descansar en la providencia divina, una vida desapegada de todo lo que no fuera Dios. 

En el silencio de la noche oraba intensamente y gozaba en la meditación eucarística.  Como abadesa de San Damián, cargo que ejerció a su pesar durante 40 años, Clara redactó la regla de la comunidad, que fue aprobada por el papa Inocencio IV. Este la acompañó en sus últimos momentos. Falleció en 1253, después de 27 años de una dolorosa enfermedad. La santa dijo:”Desde que me dediqué a pensar y meditar en la Pasión y Muerte de Nuestro Señor Jesucristo, ya los dolores y sufrimientos no me desaniman sino que me consuelan”.
En reconocimiento de su carisma y sus numerosos milagros, fue canonizada solo dos años después, en 1255. Su cuerpo incorrupto y muchas reliquias suyas se conservan en la Basílica de Santa Clara en Asís. Su festividad se celebra el 12 de agosto. Actualmente hay unos 1250 conventos de Clarisas, que albergan a unas 18.000 hermanas.


Fuentes consultadas:
-Santa Clar de Asís, por Isabel Orellana Vilches, en Zenit.org
-Santa Clara de Asis, en Biografías y vidas
-Santa Clara de Asís. Un a forma de vida. Siervas del Corazón Traspasado de Jesús y María